El diente de león, de nombre científico Taraxacum officinale, es una planta perenne muy conocida que crece en prados, pastos y céspedes, también en riberas, huertos y descampados en ambientes de una cierta humedad. Está presente en toda Europa, pero es una planta cosmopolita y la podemos encontrar también en otros continentes como América y Asia septentrional. Sus capítulos florales amarillos tapizan los prados y cuando fructifican se transforman en unas esferas plumosas conocidas como vilanos, un plumón que permite a la planta dispersar sus semillas bien lejos con la ayuda de la brisa o el viento. Las hojas basales están muy segmentadas, sea partidas o dentadas. Florece durante casi todo el año.
El diente de león destaca por sus propiedades diuréticas, depurativas y desintoxicantes. También tiene propiedades hepatoprotectoras, antioxidantes, coleréticas (hace que el hígado segregue bilis), colagogas (facilitando la expulsión de la bilis retenida), vasodilatadoras, digestivas, laxantes y estimulantes del apetito. Muchas de estas propiedades están refrendadas por estudios científicos y se deben a su particular composición.
Con fines medicinales se utiliza la raíz y también las hojas de sabor suave. El diente de león se utiliza principalmente en el tratamiento de alteraciones hepáticas y para combatir la presencia de cálculos biliares y renales, así como para favorecer la orina. En usos tradicionales se destinaba a recuperar el apetito y a curas depurativas.
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